Remember the Maine, to hell with Spain (Recuerda el Maine, al Diablo con España) Nace la prensa amarilla

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The Maine

U.S. Maine entra en el puerto de La Habana el 25 de enero de 1898, 3 semanas antes de la explosión y su hundimiento

EL FONDO

A finales del siglo XIX la mayor parte del mundo pertenecía a las “grandes” y exhaustas potencias europeas. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos crecía el apetito por conseguir un trozo del pastel, por convertirse, ellos también, en una gran potencia, o quizás en “la gran potencia”. Cada vez más orgullosos de su creciente destreza industrial y militar, estaban preparados para lanzarse a la conquista de los conquistadores. Pronto surgiría la oportunidad.

Desde 1895, Cuba estaba en continua rebelión contra el gobierno español. Ello motivó que se enviara al general Valeriano Weyler con la misión de acabar con el levantamiento. El público estadounidense, que había aceptado de muy buen grado su papel y el de su gobierno en el exterminio de la población nativa de América del Norte, parecía ahora muy preocupado por las represiones que sufrían sus vecinos cubanos. La información al respecto venía, sobre todo, de William Randolph Hearst (1863-1951) y Joseph Pulitzer (1847-1911), dueños respectivamente del New York Jornal y del New York World.

LOS PADRES DE LA PRENSA AMARILLA

Hearst y Pulitzer, aunque voraces competidores, compartían en común varios objetivos, el más importante sin duda –el deseo de lucro. La ganancia dependía de la circulación, y esta aumentaba con el uso de ilustraciones, secciones a todo color, titulares deslumbrantes, artículos sensacionalistas y temas pseudocientíficos. Todo ello, unido al atractivo precio de un centavo y, sobre todo, a una ardiente belicosidad en los asuntos exteriores, había convertido a estos dos periódicos en un rentable y próspero negocio. El término “prensa amarilla” fue acuñado a mediados de la década de 1890 para caracterizar el periodismo sensacionalista de Hearst y Pulitzer que usaban tinta amarilla en su guerra por aumentar el número de ejemplares en circulación, especialmente para los comic titulados Yellow Kid que ambos periódicos publicaban.

Hearst construyó muy hábilmente la cadena de periódicos más grande de la nación, cuyos métodos iban a influir profundamente en el periodismo estadounidense. A principios del siglo XXI, la corporación familiar Hearst seguía siendo una de las compañías de medios de comunicación más grande de los Estados Unidos, e incluía revistas, radiodifusión, dibujos animados y largometrajes. Pulitzer, nacido en Hungría, ayudó a establecer el patrón del periódico moderno. En su época fue uno de los periodistas más influyentes de Norteamérica. En sus periódicos Pulitzer combinó exposiciones de corrupción política y reportajes de investigación con trucos publicitarios, descarada auto promoción y periodismo sensacionalista. En un esfuerzo por atraer más lectores, también introdujo innovaciones tales como cómics, cobertura deportiva y moda femenina con ilustraciones, convirtiéndolos así en vehículos de entretenimiento y seudo-información. En su testamento, Pulitzer donó buena parte de su fortuna a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia (inaugurada en 1912) y estableció los prestigiosos Premios Pulitzer, que se otorgan anualmente desde 1917.

SUENAN LOS TAMBORES DE GUERRA

A través de reportajes deshonestos y exagerados, y gritos de guerra en forma de lemas como el de “Remember the Maine, to Hell with Spain” (Recuerda el Maine, al diablo con España), ambos periódicos despertaron en el público estadounidense un enfermizo y hostil resentimiento hacia España, que llegaría a convertirse en el factor decisivo de la guerra hispanoamericana de 1898. Hearst envió incluso al renombrado pintor Frederic Remington a Cuba para retratar las supuestas fechorías españolas. No muy lejos de esta agitación incontrolada de los dos periódicos mencionados se hallaba, entre muchos otros, el influyente periódico sureño The Atlanta Journal-Constitution. El público norteamericano estaba listo para aceptar la guerra.

En febrero de 1898, las relaciones entre Estados Unidos y España se habían deteriorado aún más. Enrique Dupuy de Lome, embajador español en los Estados Unidos, había escrito una carta a un amigo personal en la que describía al presidente norteamericano McKinley como débil y demasiado ansioso por recibir la adulación pública. Los revolucionarios cubanos interceptaron dicha carta y la entregaron a la prensa Hearst, que la publicó el 9 de febrero de 1898 en el New York Journal, en un artículo titulado «El peor insulto a los Estados Unidos en toda su historia». Gran parte de la prensa de Nueva York comenzó a exigir la dimisión de De Lome. Finalmente, y tras una desmesurada campaña por parte de Hearst, de Lome fue destituido y el gobierno español trató de mitigar el malestar que la prensa amarilla había sembrado en los Estados Unidos. No obstante, la paz no iba a durar mucho más tiempo.

EL GRITO DE GUERRA

En la tarde del 15 de febrero, una repentina e impactante explosión en el puerto de La Habana abrió un boquete en el casco del acorazado estadounidense the Maine, enviado en enero de 1898 desde Key West, Florida, con la encubierta misión de proteger los intereses de los Estados Unidos durante la Guerra de Independencia que estaban librando los cubanos. El primer informe que apareció, sin que hubiera habido la más mínima investigación de los hechos, denunciaba el hundimiento del acorazado y la muerte de 260 marinos como un acto de sabotaje por parte de España. Las pesquisas por parte de la marina estadounidense no aportaron ninguna evidencia concluyente, pero el público, agitado diariamente por la prensa amarilla liderada por Hearst y Pullitzer y su eslogan “Recuerda el Maine, al diablo con España”, clamaba por la intervención militar. Ambos periódicos brindaron al hundimiento del acorazado una intensa cobertura, empleando tácticas que más tarde serían etiquetadas como «periodismo amarillo».

Ambos periódicos y la prensa norteamericana en general exageraban y distorsionaban la información que llegaba a sus manos, a veces incluso inventando noticias cuando no había ninguna disponible que se ajustara a su agenda. Durante una semana después del hundimiento, el Journal dedicó un promedio diario de ocho páginas y media de noticias, editoriales e imágenes referidas al hundimiento. Hearst ofreció una recompensa de $50,000 a quien ayudase a descubrir e identificar a los autores del supuesto atentado que había causado la muerte a 260 marinos estadounidenses. El World, hasta ese momento algo menos amarillo que el Journal, se complacía en similares efectos especiales, e insistía en el hecho de que el Maine había sido bombardeado o minado. En privado, Pulitzer afirmaba que «nadie en su sano juicio» podía creer que España hubiese ordenado la destrucción del Maine. Sin embargo, ello no impidió que su periódico insistiera en que la única «expiación» que España podía ofrecer a los Estados Unidos por la pérdida del barco y la vida de los marinos muertos era la concesión a Cuba de una completa independencia. En este caso particular los líderes del Congreso estaban más que ansiosos por satisfacer la demanda pública de acción.

LA GUERRA

En la breve guerra hispanoamericana, «una escueta y espléndida guerra «, en palabras del Secretario de Estado John Hay, Estados Unidos derrotó fácilmente a las fuerzas españolas en Filipinas, Cuba y Puerto Rico. El combate comenzó a principios de mayo y terminó con un armisticio a mediados de agosto. En el posterior Tratado de París, firmado en diciembre de 1898 y ratificado por el Senado en febrero de 1899, España cedía Puerto Rico, Guam y Filipinas a los Estados Unidos; Cuba se independizó de España y pronto comenzar su lucha por independizarse de los Estados Unidos. La votación que ratificaba el Tratado de Paris fue extremadamente ajustada, solo excedió en un voto a los dos tercios requeridos. De esta manera Puerto Rico, Guam, Filipinas y Cuba pasaron de facto de ser colonias españolas a ser colonias estadounidenses. El presidente McKinley, quien afirmaba que no había entrado en la guerra por un deseo de agrandar el territorio nacional, se puso del lado de los «imperialistas» para apoyar la ratificación, “convencido” de que Estados Unidos tenía la obligación de asumir la responsabilidad de ofrecer «bienestar a un pueblo extranjero». En realidad el gobierno norteamericano veía a Puerto Rico como un lugar rentable para la agricultura tropical, pero su principal propósito al apoderarse de la isla era tener una estación de carbón segura para sus buques de guerra. Ello garantizaría una fuerte presencia naval estadounidense en el Caribe y crearía un escalón hacia el istmo de Panamá, donde pronto se construiría el canal transoceánico.

LAS INVESTIGACIONES

El hundimiento del Maine supuso probablemente la explosión naval más investigada de todos los tiempos. Además de la encargada por el gobierno español a los oficiales navales Del Peral y De Salas, se ordenaron dos Tribunales Navales de Investigación: el de Sampson en 1898 y el de Vreeland en 1911. En 1976, el Almirante Hyman G. Rickover encargó una operación privada, y la National Geographic Society realizó una investigación en 1999, utilizando simulaciones por ordenador. En todos los casos el resultado parecía unánime –el hundimiento fue causado por la explosión de los almacenes de popa en los que se guardaba parte de la munición. En lo que no llegaron a una conclusión unificada fue en cuanto a las causas de la explosión –si había sido una mina colocada en el exterior, o había sido debida a una causa interna, por ejemplo un accidente que habría arder los depósitos de carbón.

LOS RESULTADOS

Las conclusiones de la investigación Del Peral y De Salas (1898), que recogía las evidencias de los oficiales de artillería naval que habían examinado los restos del Maine y que demostraban que la explosión no pudo haber sido causada por una mina, nunca fueron publicadas por la prensa estadounidense.

La investigación del Sampson Board’s Court of Inquiry (1898), ordenada por el gobierno estadounidense, concluía diciendo que: “En opinión de este tribunal, el Maine ha sido hundido por una mina submarina, que ha causado la explosión parcial de dos o más de sus almacenes de municiones. No obstante, añadía el informe, el tribunal no ha podido obtener ningunas pruebas que determinen quién o quiénes hayan podido ser los responsables de la destrucción del Maine.”

La investigación de Rickover (1974): El almirante Hyman G. Rickover se sentía intrigado por el desastre y comenzó una investigación privada en 1974. Utilizando los datos obtenidos en las dos investigaciones oficiales, en periódicos, documentos personales, así como información sobre la construcción y municiones del Maine, concluyó que la explosión no pudo haber sido causada por una mina. En su opinión, la causa más probable debió ser la combustión espontánea de carbón en el depósito que había junto a los almacenes de munición. Rickover publicó en 1976 un libro sobre esta investigación, Cómo se destruyó el acorazado Maine (How the Battleship Maine Was Destroyed).

La investigación del National Geographic: En 1998, la revista National Geographic encargó un análisis al Advanced Marine Enterprises (AME). Esta investigación, realizada para conmemorar el centenario del hundimiento del Maine, se basó en modelos informáticos, una técnica no disponible en las investigaciones anteriores. Los resultados obtenidos no fueron concluyentes, pero apoyaban sutilmente la posibilidad de que la explosión hubiese sido causada por una mina. Algunos expertos, incluido el equipo del Almirante Rickover y varios analistas de la misma AME, no estaban de acuerdo con esta conclusión.

La investigación del Discovery Channel: En 2002 el Discovery Channel produjo un episodio de la serie de documentales “Historias sin resolver” titulado «La muerte del acorazado estadounidense the Maine«, en el que se analizaron pruebas fotográficas, la evidencia de los expertos navales e información de archivo para determinar la causa de la explosión. El resultado final fue que la explosión tuvo que haber sido causada por un incendio en el depósito de carbón, e identificó una brecha en el mamparo que separaba los depósitos de carbón y los de municiones, a través de la cual el fuego se extendió hasta penetrar en el depósito de municiones.

LOS MUERTOS

En febrero de 1898, los cuerpos recuperados de los marinos que habían muerto en la explosión del Maine fueron enterrados en el Cementerio de Colón, en La Habana. A los que fueron hallados con vida se les trasladó a hospitales de La Habana y Cayo Hueso, Florida. Los que más tarde fallecieron a causa de las heridas fueron enterrados en Key West. En diciembre de 1899, los cuerpos que yacían en cementerios de La Habana fueron desenterrados y devueltos a los Estados Unidos para su posterior enterramiento en el Cementerio Nacional de Arlington –aproximadamente 165 marinos. Del resto, únicamente pudieron ser identificados 62. Nueve de los cuerpos nunca fueron recuperados y 19 tripulantes, algunos sin identificar, están enterrados en el cementerio de Key West bajo la estatua de un marino sosteniendo un remo.

Durante varios años, el Maine permaneció en el mismo lugar del hundimiento en el puerto de La Habana, aunque era evidente que en algún momento tendría que ser movido. Ocupaba un espacio valioso y la acumulación de sedimentos alrededor de su casco amenazó con crear un banco de arena. Además, varios grupos patrióticos querían recuperar y trasladar a Estados Unidos los restos de la nave. El 9 de mayo de 1910, el Congreso autorizó fondos para el transporte del Maine, el enterramiento apropiado en el Cementerio Nacional de Arlington de los 70 cuerpos estimados que aún permanecían en el interior, y el transporte del mástil principal a Arlington. El Congreso no exigió en ese momento una nueva investigación sobre el hundimiento.

En febrero de 1912 el Maine fue remolcado por el Osceola. Durante la operación se encontraron los restos de 66 marinos más, de los cuales solo uno (un oficial de ingeniería) fue identificado y posteriormente su cuerpo fue trasladado a su ciudad natal.

ALGUNAS CONSIDERACIONES INEVITABLES

La estrategia estadounidense, diseñada por los judíos padres de la constitución, ha sido siempre la misma, desde los tiempos del profeta Nuh; la misma que fue utilizada por los coaligados en la batalla del “Foso” contra Muhammad (s.a.s) y los creyentes de Medina; la misma que utilizaron los cruzados y la misma que están utilizando en Siria –la misma estrategia, la misma gente:

  • Autoatentado o también: “Audacia siempre audacia”, el lema preferido de los masones –The Maine, Pearl Harbour, las Torres Gemelas de Nueva York.
  • Se crea un enemigo ficticio que los medios de comunicación van modelando –Vietnam, Corea (debe mantenerse dividida hasta quedar destruida la del norte y ser tomada por la del sur), Iraq (de Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva inexistentes), Afganistán (de los Talibán –de santos guerreros a demonios), Siria (un gobierno asesino que de repente comienza a matar a sus propios súbditos y les ataca con armas químicas. Rusia deshizo esa maquinación) e Irán (no puede apoyar a un país sin el permiso de occidente. De hacerlo, se convertiría en un país terrorista).
  • Los medios de comunicación inician intensas campañas que ratifican las acusaciones del gobierno estadounidense contra falsas banderas.
  • Obligan a sus aliados a confirmar el peligro inminente que amenaza a Estados Unidos y al mundo, a través de sus medios de comunicación correspondientes y de los discursos de sus dirigentes, hasta que las Naciones Unidas legaliza paquetes de sanciones e intervención armada.
  • Se formaliza la coalición. Más y más coaligados se irán uniendo alrededor de la estrategia estadounidense hasta convertir la disputa local en un conflicto internacional.
  • Debilitan al país en cuestión a través de sanciones, empobreciéndola y arruinándola.
  • Una vez aislada y execrada la nación “enemiga”, se iniciará, primero, un ataque tecnológico (misiles y bombardeos); más tarde, actuarán bandas mercenarias apoyadas desde el interior por grupos rebeldes. Una vez destruido y desarmado el país, entrarán los ejércitos regulares de los coaligados.

LA NUEVA SITUACIÓN

La situación impune de la que hasta ahora ha disfrutado occidente está tocando a su fin. La estrategia milenaria de los coaligados está siendo desbaratada una y otra vez y sus ejércitos puestos en fuga antes incluso de comenzar el ataque.

El nuevo bloque emergente se está encargando de neutralizar las escaramuzas occidentales contra terceros países. Su prensa se presenta hoy como una alternativa real a la prensa amarilla occidental. Los histéricos ataques “legales” a Russia Today es un claro síntoma del temor que sienten los Estados Unidos ante el continuo aumento de ciudadanos estadounidenses que prefieren enterarse de lo que sucede en el mundo y en su propio país a través de RT, Sputnik y de otros medios de comunicación alternativos. Se ha acabado el monopolio occidental de la información. Ha surgido una nueva prensa de tinta negra sobre fondo verde. Se ha abierto la ventana durante tanto tiempo cerrada y está entrando nuevo oxígeno, aire puro, que poder respirar.

El caso de Siria es quizás el más emblemático a este respecto. El Nuevo Bloque Emergente ha protegido militarmente a este milenario país, cuna de la civilización, de las agresiones preparadas por occidente y ordenadas por el poder judío (Paris-London-New York) y de su posterior invasión. Han rechazado cualquier tipo de sanciones y han continuado comerciando con Siria. Han desenmascarado las falsas alarmas de ataques con armas químicas por parte del gobierno sirio voceadas por los White Helmets a través de la prensa amarilla occidental. Han dotado al ejército sirio con los sistema de defensa más sofisticados y han unificado su información, deteniendo así cualquier nuevo intento por parte israelí de atacar posiciones sirias.

Cada día hay más países que comienzan a darse cuenta de que ya no tienen por qué mantener una tiránica dependencia con occidente. Los nuevos acuerdos comerciales y militares de Arabia Saudita con Rusia y China, la compra por parte de La India de los misiles S-400 a Rusia, el reciente viaje de los presidentes de Italia y Egipto a Moscú son algunas de las indicaciones que apuntan a un radical cambio del escenario internacional.

¿Será occidente el último en darse cuenta? ¿Será su arrogante desprecio por el mundo y sus habitantes lo que le ciegue y le haga caer en un abismo de ignorancia y auto-destrucción? Si es así, no serán nuestros ojos los que derramen lágrimas, ni serán nuestras manos las que intenten detener la caída. Cuando el mundo oiga el ruido que producirá su choque contra el fondo, comenzará la gran fiesta en honor a la justicia, la libertad y la demolición del becerro.

¡Remember the Maine,

And to hell with you!

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